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  ANEXO 3
 
LA FAMILIA MEXICANA
 
PETER BEARDSELL
 
 
Aun cuando El gesticulador es primordialmente un drama político, el foco de atención es en realidad una sola familia mexicana. En la primera escena de la obra, antes de que la llegada del profesor Bolton traiga un cambio de argumentación, son las tensiones familiares las que atraen nuestra atención: el disgusto causado por su mudanza al Norte, la frustración general, el antagonismo entre dos generaciones, las críticas mutuas, y así sucesivamente. Es una escena familiar la que ocupa el inicio del segundo acto (precedida sólo muy brevemente por la aparición de Navarro como El desconocido) con asuntos tales como culpabilidad, integridad personal, dinero y el futuro de los hijos en discusión. Y son de nuevo escenas familiares las que dominan la segunda mitad del acto final (hasta la entrada triunfal de Navarro), y aún el último momento de la obra nos regresa a la relación del hijo con su padre y el recuerdo que tiene de él. Durante toda la obra, cualquiera que sea el material político que pueda llegar al primer plano, los asuntos familiares permanecen presentes en segundo término. En tanto Rubio y Bolton tratan el tema de la Revolución, Elena entra y sale de la habitación en varias ocasiones (y Julia, una) – una actividad que tiene marcado impacto visual sobre el escenario, que sirve de recordatorio del involucramiento de toda la familia en cualquier asunto que afecte a César. Durante el interrogatorio de Rubio por el comité, toda la familia está presente, ejerciendo una constante presión al tiempo que simultáneamente desempeña su propio papel en la falsificación. (Incidentalmente, Estrella – el representante del partido – insiste en que las mujeres no sean excluidas durante la investigación política porque representan a la familia mexicana [TC1:759].) Aun la disputa de Rubio con Navarro no deja de implicar al resto de la familia; por el contrario, Miguel escucha subrepticiamente sus reacciones físicas (una expresión angustiada, su cabeza sostenida entre sus manos [TC1: 783]), son una clara manifestación para el público de que esta escena también tiene repercusiones más amplias.
 
La esencia del predicamento ilustrado por esta familia mexicana es el constante conflicto entre aspiraciones y limitaciones, ambiciones y mediocridad, sueños y problemas, éxito y fracaso, fantasía y realidad. Cuando se abre el telón en el acto primero, Julia, parada en una silla, es el punto focal de la atención del público. Su sentido de aislamiento es el primer problema que se plantea, su preocupación por el dinero el segundo y su deseo de ser más atractiva el tercero. Sin demora Usigli nos ha llevado directo al meollo de su insatisfacción. En el transcurso de la obra él alienta una simpatía por su necesidad natural de amor, admiración, comodidad y seguridad, al tiempo que sugiere que su actitud es excesivamente simplista y egocéntrica. Julia fracasa en ver más allá de la situación doméstica, acepta los valores sociales y morales que le fueron transmitidos por la generación anterior, y en una sincera búsqueda de exaltación propia está perfectamente dispuesta a beneficiarse del engaño y la mentira. Aun la muerte de su padre se convierte en una ventaja social, de modo que su pesar se ve equilibrado por la satisfacción: “¿No comprendes, mamá? Él será mi belleza” (TC1: 797).
 
Hasta cierto punto, Miguel comparte este deseo de escapar de la mediocridad de la familia: “He hecho todos los esfuerzos... primero contra la mediocridad, contra la mentira mediocre de nuestra vida” (TC1:789). Pero esencialmente sus aspiraciones son de una naturaleza distinta: sobre todo, “vivir la verdad”. Específicamente, esto significa escapar del propósito implícito en los dos ambientes que ha conocido: el hogar y la universidad. Significa evitar la influencia de su padre, ejecutor de aquellas mentiras en su capacidad de jefe de la familia y profesor universitario. Miguel sufre la peor ironía de entre todos los personajes, pues la obra termina señalando su destino que permanecerá frustrado en su búsqueda y perseguido por la imagen mendaz de su padre. Descubre la verdad en una forma limitada: la verdadera identidad de César Rubio, el verdadero carácter del General Navarro, la verdadera causa de la muerte de su padre y la verdadera naturaleza de sus conciudadanos. Pero no le sirve. Sus necesidades frustradas son representadas también en los sentimientos contradictorios que experimenta por César. Como hijo, muestra el deseo de afecto, liderazgo y comprensión, pero su inflexible aversión por la hipocresía resulta ser más fuerte (como la observamos cuando fracasa en advertir a su padre a tiempo acerca de la conjuración de asesinato de Navarro). Ingenuo y angustiado, carece de la capacidad de acción positiva. (Usigli se refirió a él en otra parte como “el pequeño Hamlet de la verdad” [TC3:566]. Junto con su hermana, crea una imagen más bien desfavorable de la generación más joven. El dramaturgo, no obstante, aliente nuestra compasión hacia él, y eso a su vez contribuye a compartir la desesperanza cuando vemos a la juventud mexicana, con sus inocentes aspiraciones hacia los ideales, que son inevitablemente corrompidos o estropeados.
 
El único miembro de la familia que no parece ser inmediatamente regida por la insatisfacción es Elena. Su filosofía es resumida por las palabras “Se es pobre como se es morena” (TC1:736). Dominada por el hombre (al igual que Julia), totalmente fiel a su marido, incómoda acerca del propósito pero indecisa y renuentemente condescendiente, actúa como una conciencia, una protectora y una pacificadora. Aun ella, no obstante, sin intención revela enojo por el nivel de ingresos de su esposo, y aun ella aspira a mejores condiciones de vida (como se indica en su idea de emigrar a los Estados Unidos y abrir una tienda o restaurante). Su ambición dominante no es, con todo, material. Ella necesita un marido que pueda vivir en paz con su conciencia y una familia satisfecha y armoniosa. Desde luego, sus aspiraciones también se ven frustradas. En particular observamos que al momento del plebiscito ella desea desesperadamente que César fracase para que lo pueda conservar para sí. Aquí, también, hay una causa de frustración, ya que hasta su cuerpo sin vida se convierte en propiedad del pueblo.
 
Si se considera a César Rubio en un contexto no político sino en su papel como individuo y como jefe de familia, la impostura que comete puede ser vista como un intento de lograr la realización que previamente se le ha escapado. Desde la primera escena de la obra, manifiesta un sentido de fracaso: “Yo perdí todos esos años...” “Tú misma me crees un fracasado, ¿verdad?” “Mira la cara de tus hijos: ellos están enteramente de acuerdo con mi fracaso” (TC1:729-730). Un examen detallado de las causas de este estado psicológico revela dos diferentes clases de aspiración. La primera es mejorar la calidad material de la vida de su familia. La segunda es llegar a alguna clase de ideal o dar un valor trascendental a su vida (TC1:729, 789). César, por lo tanto, completa la imagen de una familia mexicana en la que cada miembro desea o sueña algo que está más allá de su alcance. Pero, de dos modos irónicos, Usigli le permite lograr sus ambiciones. Como Elena lo da a entender en las palabras a Miguel, cuando un individuo no puede llegar a un objetivo en su propia vida, puede buscar llegar a él indirectamente a través de sus hijos (TC1:788). La muerte de César convertirá esta ambición en una realidad, al menos hasta el grado que se refiere a la condición económica y social. Y con igual ironía, Usigli dispone que César disfrute (demasiado brevemente) la sensación de que sus sueños de grandeza se han materializado: “Estoy viviendo como había soñado siempre” (TC1:787). Mucha de la tensión de la obra en el acto central depende de la simpatía parcial del público con los sueños de César y de nuestra fascinación con la idea de que la ficción se vuelva realidad. El público es indudablemente alentado a reconocer esta impostura como –entre otras cosas- la posibilidad de realizar nuestras aspiraciones contra toda adversidad. Este tema es ciertamente mexicano, pero no es tampoco exclusivamente así. Es una de las características universales de El gesticulador.
 
 
 
 
 
 
 
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